Dicen que viajar en el tiempo no es posible por ese asunto de la curva y demás, pero, si bien la física no es mi campo de investigación, les aseguro que hace una semana exactamente viajé a mi infancia y no modifiqué mi presente, sólo me dieron escalofríos.
¿La situación?
23 de mayo, acto en “escuela laica privada progre de barrio con integración”. Con esa descripción uno esperaría algo más bien sobrio o sino tirando a experiencia enriquecedora… Ya sé, pido demasiado, pero con una actividad en el aula a puertas cerradas, con una clase especial, con ¡una lectura de diarios!, no sé… Ilusa de mí. Nomás llegar a la esquina del colegio la marabunta de padres cargados de objetos para documentar el evento deshizo mi esperanza en pedazos de… papel crepé… muuuucho papel crepé.
La recepción era lo más original: cuatro alumnas de cuarto o quinto, que serían las de mejores notas por lo bien alimentadas que se veían, recibían a los invitados vestidas de damas antiguas ¡chicas grandes! GRANDES, y cuando digo grandes me refiero a todos los sentidos de la palabra GRANDE. La de gastadas que se habrán comido las gorditas prensadas en satén de alquiler y con rulos falsos duros como cemento. Los papás y abuelos las miraban con lascivia y les hacían chistes estúpidos.
En el patio habían dispuesto unas sillitas para los padres que, cual CSIs, correteaban buscando ángulos y armaban aparatos para registrar la parafernalia de boludeces que los niñitos y las maestras nos tenían preparados. Me pregunto ¿para qué tanto registro? ¿Alguien en su casa ve el video del nene con media cara tiznada y un trapo viejo gritando afónico “vendo velitas y velones”? ¿O a la nena con la peineta torcida y los cachetes rosa fosforescente contestando “Uno dos me quedo con el velón”? (se lo juro, aunque nadie cazó la grosería).
El acto lo “animaba” la maestra de jardín, una zorrita que se sentía en la entrega de los premios de la Academia y que hizo de todo menos ponerle onda al asunto. Además de mirar pérfidamente a los pequeñitos que se equivocaban, correr y agarrar del cuello a uno que se rajó con la canasta de pastelitos, leyó un discurso sin ningún signo de puntuación que incluía los términos “hombres, valientes, paraguas, vendedores, shuvia, libertad, suelo generoso y el viejo lema “todos los climas” (sí retardada, todos los climas en un mismo día es lo que nos queda). Su espíritu fiestero pasado de moda se alteró cuando la directora agregó palabritas tales como identidad, dignidad, trabajo, crisis, tolerancia y demás. De cualquier manera ambas mezclaron sendos diccionarios sin darle ningún sentido potable al momento.
Lo peor vino cuando los de quinto año hicieron un acróstico (¿Se acuerdan de ese mamarracho? Cada uno con una letra en cartulina formando una palabra y recitando un verso con cada letra; era lo que se hacía en nuestra época para ahorrarse los disfraces). Bueno, en mi infancia analógica, a mí me tocó !CARLOS PELLEGRINI!, los versos eran extensos y se recitaban de memoria. Estos cibermamertos con el cerebro alisado de tanto fotolog y SMA hicieron la palabra PATRIA con el verso escrito en un post it pegado atrás a manera de machete. La complejidad de lo recitado era del tipo “¡A! de anhelo de libertad”… en fin.
El resto de los de quinto permanecía en una escalera al fondo cubierta de protección para balcones cual jaula de simios que quedaba muy apropiada dado el aspecto y los efluvios pegajosos de adolescente que despedían los muy inmundos… lo terrible fue cuando la directora los felicitó por ser la primer camada de alumnos que cursó desde el nivel inicial en ese instituto… !AY AY AY!… Imagino que cuando mis criaturitas lleguen a esa instancia la jaula estará electrificada y la preceptora tendrá un machete para arrearlos. La que los vigilaba a estos no tenía armas pero no necesitaba, asustaba de sólo verla y escucharla ladrar.
Lo demás es todo lo mismo que vivieron ustedes y yo de chiquitos, pero con celulares, cámaras de video y demás chiches. Toneladas de papel afiche arrugado que deben haber costado medio Impenetrable, horribles dibujos de cabildos y palomas aplastadas, los nenes feos vestidos de negritos, los rubios de caballeros y damas antiguas, y padres abalanzándose sobre los dichosos pastelitos toqueteados por los alumnos de todos los cursos en todos los ensayos de tamaña porquería. El himno en un radiograbador saturado que emitía un sonido rasposo y el infaltable padre que lo entona a los gritos, desafinando y poniéndose la mano en el corazón. Salí disparada hacia la calle con la sensación de haber estado en otro país, hasta que me sobresaltó un petardo que en principio creí parte del acto pero no, era de un grupo de desalojados que cortaban la Avenida San Juan, a escasas dos cuadras de la fiestita del suelo generoso y del país de todos los climas.
2 comentarios:
genial fotografía de este país de carton pintado
una genia,,,
saludos y besos desde la docta
que todo este post
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