Nada me da más plenitud. No entiendo a esas personas que se compran zapatos cada tres años. Venía tan feliz con las manos repletas de bolsas. Por lo general escapo a las ofertas porque por definición mi mente las rechaza, pero ¡ESOS ZAPATOS! Tampoco eran tan baratos, no eran nada baratos. Mi felicidad crece a medida que mi billetera adelgaza. Solo necesitaba que me recoja un little red corvette o la moto púrpura con Prince de chofer. Pero no. Esperaba transporte con mi amiga, cuando ella se interpuso, casi logra desbaratar mi felicidad consumista y dar con mis compras por el asfalto. Algo, no se bien que, hace creer a esas señoras que se ofenden si las catalogas de viejas, pero asumen tener la edad suficiente para que por lástima le cedas el taxi. La violencia creció en mí, pero más creció el asco al comprobar que traía puesta una asquerosa calza y medias de toalla con “chancletas”. Y en mis manos mis zapatos que debían costar tres de sus jubilaciones de maestra (otorgada prematuramente por stress). Mi amiga solo miraba, sabia que mi silencio solo era el tiempo necesario para reaccionar, no tardaría en explotar.
¡VISTASE BIEN!
Nunca insultaste tan bien a alguien concluyó luego de recuperarse del ataque de risa.
3 comentarios:
John Steed te va a dar su bendición! jajajaja
Impuesto al mal gusto, definitivamente.
gracias a esto perdiste una amiga
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